sábado, 22 de agosto de 2009

El hada de la cueva de Agana





Esta historia pasó hace mucho tiempo, en Japón. Una madre tenía dos hijas, Haru la mayor y Akemi la hija menor. Akemi era poco agraciada físicamente, pero tenía un corazón inmenso, que valía más que toda la belleza que le sobraba a su hermana Haru. Haru, aunque tenía una gran belleza, no tenía corazón. Era fría, calculadora y le gustaba hacer bromas pesadas para divertirse. Un día se enteró que en Agana, un lugar encantador, rodeado de numerosas cuevas naturales, corría la leyenda que habitaba un hada que le encantaba, como a ella, hacer bromas si te encontrabas en la cueva al anochecer. Fue entonces cuando planeó irse con Akemi de excursión y pasar todo el día. Cuando llegaron al lugar, Haru dijo a su hermana que no se moviera de la cueva, que vendría enseguida a buscarla. Confiada, Akemi, la esperó hasta la caída del sol. Fue cuando un resplandor que venía de dentro de la cueva la atrajo hacia adentro, allí encontró a una hermosa joven de aspecto amable. Akemi le contó lo sucedido y la joven, que en efecto era el hada, al ver su corazón limpio de todo mal le dijo que no se preocupara, invitándola a que pasara la noche. Al amanecer, el hada le dijo que volviera a casa, que su hermana le había hecho lo más seguro una broma, ya que no la había ido a buscar. Akemi sin más se despidió de la joven que hospitalariamente le ofreció refugio y cual fue su sorpresa cuando caminaba cerca del lago no reconoció su imagen reflejada, no se reconoció pues era tan bella como nunca se había visto a nadie. Al regresar, y contarlo en casa, Haru quiso experimentar ella misma lo que había vivido su hermana Akemi y fue al lugar donde habían estado. Dejó que anocheciera y la cueva se iluminó como su hermana había contado. Apareció el hada y le invitó a que se quedara a pasar la noche. A la mañana siguiente, cuando iba de regreso, cual fue su sorpresa al no reconocerse, en el reflejo del lago, su cara; la tenía arrugada con verrugas. Se puso a llorar como loca convirtiéndose al final en un viscoso sapo. Fue, entonces, cuando el hada le dijo: Ahora ya tienes lo que te mereces. Haru hizo un saltito y desapareció en aquel lago. Fin

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